Una mirada hacia la agricultura profunda: ¿de qué se trata el suelo vivo?

FUENTE La Nueva Provincia / Periodista: Guillermo Rueda
“Hasta no hace mucho del suelo vivo era poco lo que se conocía. Se hablaba de biología de suelo y, en general, se pensaba en lombrices, ácaros y demás. Pero a partir del estudio de la microbiología a través del ADN del suelo se abrió un panorama completamente nuevo”. Lo dijo Luis G. Wall, Dr. en bioquímica de la Universidad de La Plata, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes, un referente sobre el tema.
“Son microorganismos a los cuales no podemos manejar en el laboratorio y sólo los estudiamos bioquímicamente con el ADN, con los lípidos y demás”, agregó. “En estos últimos 25 años la ciencia trabajó para tratar de entender esa parte viva que, como siempre digo, no es lo que vive en el suelo, si no lo que también construye el suelo”, sostuvo.
“Hay que interpretarlo (el suelo vivo) como toda la vida que lo contiene, que es como se ve la fauna macro, meso y micro pero, sobre todo lo que no se ve, que son los microorganismos, que son muchos y diversos”, dijo.
“A eso hay que agregarle las plantas, porque son las que de alguna manera, y en forma curiosa, lo alimentan. Uno tiende a pensar que las plantas toman del suelo los nutrientes para desarrollarse, pero le devuelven mucho alimento, azúcares y aminoácidos a través de las raíces y no es porque desperdician, sino porque exudan sustancia orgánica, y eso funciona como atractante y alimento de la microbiología asociada a las raíces”, indicó.
—Dr. Wall, ¿esto se debe a que siempre estamos atentos a lo que sucede por encima del suelo y en tanto hacia abajo?
—Claramente. Además es lógico porque, salvo casos de algunas hortalizas, a las que les comemos las raíces, lo que utilizamos como alimento son partes aéreas de las plantas, sea hojas, frutos o semillas. Por eso nos interesa la productividad aérea; ahora, lo que pasa es que eso depende de las raíces.
“Esto lo cuento como una cuestión histórica, pero la fisiología vegetal se desarrolló para manejar en condiciones controladas en hidroponía. La fisiología que nosotros conocemos, donde las plantas necesitan los nutrientes minerales del suelo, es porque se aprendió que utilizan nutrientes minerales cuando uno las crece en un recipiente con agua, le va agregando cosas y toda la fisiología del desarrollo vegetal se estudió originalmente en sistemas muy controlados, sin suelo, porque, de alguna manera, genera contaminación.
“Todo ese conocimiento llevó a un manejo de la agricultura que no contempla la microbiología del suelo como parte del sistema y entonces la agricultura se hizo dependiente de la fertilización química, porque aumentó los rindes y utilizó químicos para controlar enfermedades y se generó un sistema que funciona, pero que deja completamente de lado toda la biología que hace que todo funcione en la naturaleza de manera natural.
“No hay que fertilizar los bosques, ni las selvas ni las praderas. No hay que fumigar para curar enfermedades porque no aparecen; entonces, qué funciona ahí que no lo hace en un cultivo agrícola. De por sí, se trata de un sistema estresado porque es monodiverso, pero es una necesidad que tiene la humanidad de producir alimentos.
“Ahí hay un dilema; de qué manera hacemos eso de la forma más amigable con el ambiente. Y creo que en parte la respuesta está en tomar conciencia de este suelo vivo que determina el funcionamiento en la parte aérea de lo que sale de abajo”.
—Las mismas empresas admiten que en la Argentina se analiza sólo el 30 % del suelo que finalmente se siembra. ¿De qué manera se podría superar ese porcentaje?
—Siempre caigo en lo mismo. Yo no veo otra solución que no sea con políticas públicas. Voy a decir una palabra que, en general, se toma mal, que es la regulación del sistema. Pero no digo de regulación para inhibirlo, sino para facilitar la circulación de la información y el manejo de los recursos.
“Hay herramientas de diagnóstico de salud del suelo que las desarrollamos en la Argentina. Hay en otros lugares, pero nosotros tenemos algunas que no las poseen en otros lugares. La FAO se interesó en esas metodologías que no están muy difundidas, porque lo cierto es que no hay mucha inversión en laboratorios que puedan medirlo. “Son herramientas que permiten diagnosticar la salud de un suelo casi como cuando se diagnostica la salud por medio de los análisis clínicos”.
—¿Cuál es la realidad en la Argentina?
—Se hace mucha agricultura sobre arrendamientos de campos.
“A ver: cuando uno alquila un departamento lo debe devolver como lo recibió. Pero eso no existe en el alquiler de los suelos. Quien arrienda dice: ‘Yo tengo que sacar la mayor productividad posible. ¿Por qué? Porque tengo una mirada de corto plazo’. Y el costo de la degradación del suelo y de la agregación del ambiente no entra en la ecuación económica ni en la transacción del alquiler. Quiero decir: ese costo ambiental no lo paga nadie.
“Creo que hoy, con el tema de las cuestiones ambientales que afectan a la calidad de vida de todos, no tiene que ver con el campo que produce, sino con todo el alrededor; incluso, con el cambio climático.
“A la agricultura se la pone como responsable, en parte, del calentamiento global, pero hay información científica que muestra que la misma agricultura puede ser la herramienta para mitigarlo haciendo las cosas de manera que se capture más carbono y que se emitan menos gases de efecto invernadero. La única manera de hacer eso es regularlo con políticas de promoción y de punición para quien no hace bien las cosas. Y eso hay que medirlo, porque los campos se deben devolver con la mejor salud biológica, no química, de suelo posible. Es hacia donde deberíamos ir”.
—A propósito de hacia dónde deberíamos ir: hablaste de bioinsumos y le agregaste transición. ¿En qué etapa se encuentran?
—Los bioinsumos son una herramienta que empiezan a incorporar ese conocimiento de la biología del suelo y de la biología de las plantas en el proceso productivo. “Hay muchas especies de microorganismos. Algunas se comercializan más que otras, pero en general casi todo lo que se utiliza funciona. Es decir, se obtiene a partir de una raíz, o de una planta que está funcionando bien, se aplica en las semillas y en el suelo y el cultivo produce más. Las razones por las que eso ocurre a veces están más claras, a veces menos, pero lo que sí se puede verificar es que mejora la productividad, aumentando el funcionamiento biológico. Es una herramienta para usar.
“Los bioinsumos empezaron a incorporar el conocimiento de las biologías del suelo y de las plantas en el proceso productivo”, sostuvo Wall.
“Cuando digo que venimos de una agricultura que depende de los agroquímicos, de los fertilizantes, de los fungicidas y de los insecticidas para controlar enfermedades, cierto es que podría haber bioinsumos que no reemplacen a otro, sino que hagan que el sistema se proteja y produzca mejor por otros mecanismos, que actúen como reemplazo. Si a un sistema que está acostumbrado a funcionar con ese soporte de agroquímicos, y lo digo porque es como funcionó la agricultura en base al conocimiento que tenía la humanidad y a todos los desarrollos industriales que se hicieron a su alrededor para que traccione correctamente, uno pretende reemplazar a los agroquímicos con bioinsumos, la producción se cae al piso y el productor, con toda razón, dirá que no funciona”.
—¿Por qué sucede?
—Porque se está haciendo mal el cambio. Está probado de que la siembra directa es un gran beneficio para la agricultura, pero el uso de agroquímicos genera resistencias y por eso tenemos los problemas de malezas resistentes. ¿Cómo las controlamos? Con más agroquímicos. Las pestes se manejan con un fungicida o con un insecticida y después aparecen las resistencias y así ingresamos a una especie de dependencia y de más de lo mismo.
“Siempre lo comparo con nuestra salud. Si dependo de cierta medicación para controlarme la presión o el azúcar en sangre, no te pueden sacar de golpe. Te dicen: ‘Empezá a hacer ejercicio, yoga y a alimentarte de otra manera'. En el caso del suelo sería hacer rotación de cultivos aplicada, uso de cultivo de servicio y de esa manera se va generando la misma actividad física, que realiza una persona, pero en el suelo y se irá retirando la medicación.
“Nosotros hicimos pruebas en un ensayo de 9 años de intensificación agrícola en la zona de Pergamino, donde el objetivo era saber qué manejo incrementaba la calidad del suelo. Y en aquellos casos donde los indicadores biológicos mejoraron lo que concluimos no era algo que se había propuesto el grupo de productores, sino que los casos eran situaciones que habían tenido menor cantidad de aplicaciones de agroquímicos. Es decir, el sistema mejoró por manejo y le demandó al productor menor cantidad de agroquímicos. No es que lo pensó, fue al revés. Mejor ejemplo que este que creo que haya. Por eso: es como hacer ejercicio, alimentarse mejor y concluir que uno necesita menos medicamentos”.
Nuevas generaciones y el cambio climático
—¿Cómo será el futuro de la agricultura?
—No sé cuál será el sistema de producción del futuro, si puramente orgánico o puramente agroecológico en términos de producción extensiva y de grandes producciones, porque claramente es un sistema productivo, natural y antrópico de manejo del hombre. Sí entiendo que debería encontrarse la mejor articulación de todo este conocimiento. Habrá cosas que se tendrán que descartar y otras que se deberán empezar a usar.
“Pero lo veo realmente con mucho optimismo, sobre todo porque empieza a observarse, en las generaciones más jóvenes, preocupación por los temas del cambio climático y por la calidad de los alimentos. Y eso genera una opinión pública que pone presión sobre el sistema agrícola y ya se ve en los productores cuando procuran usar menos agroquímicos. Y no porque les resulte más fácil, sino que es complicado porque tienen que hacer más manejo, pero ven que eso genera un producto que tiene mayor aceptación y sienten orgullo de demostrar que están haciendo las cosas con mayor sostenibilidad”.
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