Rafaela, comienzan a debatir sobre uso de Bioinsumos en lotes periurbanos
Si consideramos que Rafaela sigue transitando una situación de indefinición en cuanto a lo que será el futuro de la producción agrícola en su entorno periurbano, cabe la oportunidad de seguir desarrollando aspectos fundamentales a los que se podría orientar el debate de una nueva ordenanza de fitosanitarios en la ciudad.
Con un proyecto que propone avanzar de 200 a 1000 metros en la prohibición del uso de cualquier producto desde el límite que divide al campo con la ciudad, extendiendo a 1000 más otras restricciones, más allá de lo que la ciencia demuestra en cuanto a derivas o resultados sanitarios que en Rafaela no tienen registros actuales de intoxicaciones o patologías comprobadas con esta causa, resulta propicio seguir andando por la senda de los productos biológicos para entender más sus alcances.
Desde la Sociedad Rural de Rafaela se consultó a la Dra. Mariana Viscarret, directora del Instituto de Microbiología y Zoología Agrícola del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (IMYZA-CICVyA, INTA).
“Cuando hablamos de bioinsumos agropecuarios nos referimos a todo aquel producto biológico que contenga o haya sido producido por microorganismos, ya sean hongos, bacterias, virus, nematodos o macroorganismos como artrópodos benéficos, extractos de plantas o compuestos bioactivos derivados de ellos y que estén destinados a ser aplicados como insumos en la producción agropecuaria, agroalimentaria, agroindustrial e incluso agro energética”.
En una suerte de listado, los bioinsumos de uso agropecuario son biofertilizantes, para la fijación de nitrógeno y/o fósforo, como fitoestimulantes (microorganismos productores de moléculas fitoestimulantes o promotores del crecimiento de las plantas.
También biopesticidas, empleados para el control biológico de plagas y enfermedades en los cultivos. Bioinsecticidas fúngicos, bacterianos y/o virales. Extractos de plantas con características insecticidas, nematicidas, fungicidas o repelentes, o insectos para el control biológico (parasitoides y predadores).
La nómina sigue con microorganismos eficaces, para la aplicación en agricultura, producción animal, sanidad y salud animal, medio ambiente, tratamiento de aguas servidas, etcétera. Bacterias acidolácticas que suprimen microorganismos patógenos e incrementan la rápida descomposición de la materia orgánica. Existen del mismo modo probióticos de uso agropecuario y aditivos para forraje.
Todo esto está enmarcado en la Resolución 41/2021 del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, que dispuso en abril pasado la modificación en la conformación del Comité Asesor en Bioinsumos de Uso Agropecuario, que funciona en el ámbito de la Coordinación de Innovación y Biotecnología de la Dirección Nacional de Bioeconomía de la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional del Ministerio.
En cuanto a los biofertilizantes y biopesticidas, “dentro del instituto de Microbiología y Zoología Agrícola trabajamos con dos tipos de bioinsumos los que son o se originan a partir de microorganismos (hongos, bacterias, virus, nematodos) y en macroorganismos (insectos y ácaros benéficos). En cualquier caso, se requiere la prospección, caracterización y selección del micro o macroorganismo a utilizar. Es decir, debemos colectar, caracterizar y seleccionar aquellos que tengan capacidad de controlar aquella plaga, en el sentido amplio de una enfermedad/maleza/insecto o ácaro que afecte al cultivo de interés”.
“En una etapa posterior, es necesario trabajar en el formulado y escalado del producto y por supuesto se debe llevar adelante el registro del mismo para poder hacer su uso en la producción agropecuaria. El registro de Bioinsumos se hace a través del SENASA, con el registro de productos fitosanitarios -Resolución 350/99”.
Lo que añade Viscarret es que “bajo esta resolución del SENASA, se aprobó el Manual de procedimientos, criterios y alcances para el registro de productos fitosanitarios en la República Argentina”.
Se incluye a los productos microbiológicos con poder fitosanitario, para el control de plagas y enfermedades, pero no incluye a los agentes microbianos genéticamente modificados, a macroorganismos como ácaros, insectos predadores, parasitoides, nemátodos, etc., aunque en la actualidad el SENASA está trabajando en las pautas para el registro de estos.
“Los bioinsumos de uso agrícola cubren un amplio rango de aspectos respecto de la producción vegetal. Se trabaja con virus, bacterias, hongos, nematodos y artrópodos benéficos (insectos y ácaros benéficos) que controlan insectos y ácaros plaga; bacterias promotoras del crecimiento vegetal, hongos antagonistas (es decir que controlan enfermedades fúngicas e incluso mejoran la sanidad de los cultivos). Asimismo, se cuenta con desarrollos vinculados a la industria como el estudio de bacterias celulolíticas o el desarrollo de bioinsumos de interés sanitario para el control de mosquitos transmisores de enfermedades”.
Estos productos “dependen del sistema biológico y de la relación que se establece entre el bioinsumo y la plaga. Por ejemplo, el tratamiento de semillas con antifúngicos/inoculantes es preventivo, con los entomófagos (artrópodos benéficos) hay estrategias preventivas en las que los introducen en el cultivo antes que llegue la plaga dándoles alimento para que se establezcan. En otros casos, en la mayoría, debe estar la plaga presente”.
Es remarcable que “la estrategia de introducir o utilizar el bioinsumo una o más veces a lo largo del cultivo la determina el comportamiento de la plaga. No hay una respuesta única para la pregunta sobre la cantidad de aplicaciones necesarias”.
“El uso de bioinsumos implica no solo la aplicación de estos en sí mismos, sino también de estrategias para su manejo. En el mercado una parte importante de los Bioinsumos que se comercializan, entre el 90 y el 95 por ciento, está formada por los inoculantes, basados en bacterias promotoras del crecimiento vegetal, en especial para soja. Sin embargo, existen otros promotores de crecimiento vegetal que se aplican antes de la siembra, en la semilla y algunos de uso foliar para otros cultivos, por ejemplo, en cereales de invierno”.
Viscarret indica que “en el caso de bioinsumos para el control de insectos es muy importante establecer el momento de uso de los mismos porque son altamente específicos, por ejemplo, para atacar un determinado estado del insecto a combatir. Hacer una aplicación del producto de forma repetida sin tener en cuenta el momento en que la plaga se encuentra en el estado susceptible es desperdiciar el producto ya que no se obtendrá el control deseado. En general, los bioinsumos no se aplican en cualquier momento, y su uso va acompañado de una estrategia que maximiza su eficiencia”.
Entonces, la aplicación de un bioinsumo depende del tipo de producto y la plaga a combatir, por lo tanto, se precisa una estrategia que incluya la cantidad de aplicaciones necesarias, dependiendo de la presencia y del momento en que esta sea más susceptible al control.
“Los bioinsumos son productos eficientes, porque poseen alta especificidad, minimizando el riesgo de generar resistencia en las plagas y preservando otros controladores biológicos que se encuentren en el ambiente. Se basan en organismos, o sus derivados, presentes en el ambiente, son biodegradables y no dejan residuos, lo cual es fundamental para disminuir el impacto sobre el ambiente y la salud de los trabajadores y consumidores. Además, su aceptación internacional permite abrir mercados para la exportación”.
En relación a los costos, lo que se destaca, como en tantos otros rubros es que dependen de la oferta. “En el caso de los inoculantes existe un mercado muy competitivo. Lo mismo ocurre con otros productos como los basados en antagonistas de hongos fitopatógenos (Trichoderma spp.-fungicida). Sin embargo, en el caso de los artrópodos controladores de insectos plaga o de polinizadores, sus precios a nivel local son elevados debido a la baja oferta nacional”.
En el entorno
Teniendo en cuenta el debate que se da en Rafaela sobre el periurbano, hay que tener en cuenta algo fundamental, que es que “los bioinsumos se registran como fitosanitarios. Son de banda 4, pero legalmente deben cumplir con los mismos requisitos y ser tratados como cualquier fitosanitario de síntesis química”.
Por lo tanto, no por ser biológicos pueden utilizarse de cualquier modo, sino cumpliendo con los requerimientos conocidos en cuanto a condiciones de ambiente y buenas prácticas.
“De los bioinsumos registrados solo algunos se utilizan en la producción hortícola. Los que están formulados en base a Bacillus thuringiensis que sirven principalmente para larvas de lepidópteros plaga. Algunos en base a B. subtilis para control de hongos (Botytris, Sclerotinia) o bacterias (Pseudomonas syringae: mancha negra) y como promotor de crecimiento. Alguno en base a B. amyloliquefaciens para control de hongos (Fusarium, Rhyzoctonia). Cebos en base a Beauveria bassiana para hormigas cortadoras, y en algunos casos se usan productos a base de Trichoderma como enmiendas. Existe también un producto registrado a base de extracto de ajo para utilizar como repelente de insectos en cultivo de cebolla”.
Finalmente, la Dra. Mariana Viscarret reiteró que “los bioinsumos no dejan residuos, se basan en micro o macroorganismos, o sus derivados, que en general están presentes en el ambiente, son biodegradables y esta es una de sus principales ventajas”.
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