¿ Qué sabés sobre materia orgánica y cobertura en los suelos ?
Según explican los Ing. Agr. Sebastián H. Villarino de la Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Nacional de Mar del Plata y Conicet, y miembro del Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales; y la Ing. Agr. Priscila Pinto miembro del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura, Universidad de Buenos Aires y también integrante del Conicet, el suelo desempeña un rol fundamental en la producción agrícola-ganadera, pero también en los procesos de regulación naturales que contribuyen al bienestar humano.
El suelo es considerado el biomaterial más complejo del planeta debido a que está compuesto por una rica mezcla de minerales, materia orgánica, organismos vivos, gases, agua y nutrientes. Quizá sea debido a esta complejidad, que la relevancia del suelo para nuestra vida no está lo suficientemente reconocida.
El capital natural del suelo refiere a su estructura biofísica, la cual puede ser descripta a través de sus componentes y propiedades. Los componentes pueden definirse como los elementos biogeoquímicos presentes en el suelo, mientras que las propiedades corresponden a sus características físicas, químicas y biológicas. Dichos componentes y propiedades se encuentran en un equilibrio dinámico definido por los procesos que tienen lugar en el suelo.
Los servicios ecosistémicos, definidos como aquellos aspectos de los ecosistemas que aportan beneficios a diferentes actores sociales, emergen de esta interacción entre componentes, propiedades y procesos, mientras que los actores sociales son los grupos de personas que se benefician de los servicios ecosistémicos y pueden ser clasificados según su relación con el capital natural.
Existen quienes tienen relación directa con él, porque lo utilizan y, además de beneficiarse de sus servicios, cumplen el rol de afectadores (por ejemplo, los productores agrícolas). Según las prácticas de manejo y el uso del suelo que realicen estos afectadores, se verán favorecidos procesos de degradación del capital natural o procesos de soporte de servicios ecosistémicos.Por otro lado, se encuentran otros actores sociales, por ejemplo la población urbana, que se benefician de los servicios ecosistémicos pero no tienen capacidad para afectar directamente el capital natural y los servicios derivados.
Manejar la cobertura y el balance de carbono en los sistemas agrícola-ganaderos es fundamental para favorecer procesos de soporte de servicios ecosistémicos y desalentar los de degradación. Al manejar estos aspectos se actúa directamente sobre el principal indicador de “salud” del suelo: la materia orgánica (MO). Cuando los contenidos de materia orgánica del suelo (MOS) son los adecuados –es decir, cuando se encuentran por encima de un nivel mínimo–, la mayoría de las propiedades y los procesos necesarios para lograr un buen funcionamiento del suelo se ven favorecidos.
Por otra parte, la MOS almacena grandes cantidades de carbono (de hecho, es el principal reservorio de carbono terrestre), por lo tanto, sus variaciones a escala global tienen una enorme potencialidad para emitir o secuestrar dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero.
¿Qué es la materia orgánica del suelo?
La MOS se forma a partir de la descomposición de los restos vegetales muertos y del recambio de raíces y la producción de exudados (rizodeposición) que aportan las plantas vivas.
La conclusión derivada de estas nuevas aproximaciones es que el suelo no presenta moléculas de humus que permanecen en él debido a su complejidad molecular, sino que la MOS está integrada principalmente por moléculas simples. Esto sugiere que las sustancias complejas de humus observadas en laboratorio son un producto artificial que se sintetiza durante la extracción del suelo, pero que no ocurre en la naturaleza.
Ahora, si la MOS se encuentra formada principalmente por moléculas simples y si el suelo contiene una enorme cantidad y diversidad de microorganismos, ¿por qué la MOS no es consumida por ellos? ¿Cómo es posible que permanezca durante miles de años? La respuesta a estas preguntas parece encontrarse en la existencia de una interacción entre la fracción orgánica y la matriz mineral del suelo, a partir de la cual se generan los “mecanismos de protección”, que serían responsables de que la MOS permanezca y se acumule.
Las diferentes vías por las que se forman las fracciones MOP y MOAM también determinan que los residuos subterráneos sean tres veces más eficientes que los aéreos. Con respecto a la MOP, la eficiencia de formación de los residuos aéreos (hojas y tallos) es de 5%, mientras que la de los subterráneos (raíces y rizodeposición, exudados radicales y reciclado de raíces pequeñas) es de 15%. Las fracciones MOP y MOAM se diferencian por sus vías de formación y por su tiempo de permanencia en el suelo, pero también porque cumplen distintas funciones que dan soporte a servicios ecosistémicos.
La formación y el reciclaje de agregados están directamente relacionados con la dinámica de la MOP. Al incorporar residuos vegetales al suelo se incrementa el crecimiento de hongos y microorganismos, igual que la producción de mucílagos, que promueven la formación de macroagregados alrededor de la MOP.
Cuando el suelo es sometido a un disturbio, como ocurre con la labranza, los agregados se rompen y la MOP que se encontraba protegida dentro de ellos queda expuesta al consumo por parte de los microorganismos. En ensayos realizados en el sudeste bonaerense se observó que la estabilidad de agregados se relaciona positivamente con los contenidos de MOP en situaciones de bajos disturbios, como son las pasturas o la agricultura en siembra directa. Sin embargo, en agricultura con labranza convencional no se encontró relación entre la estabilidad de agregados y la MOP; tampoco se encontró relación entre ésta y la MOAM en ninguna situación.
Otra función sumamente importante de la MOS es la provisión de nutrientes para el crecimiento vegetal. Esto ocurre cuando se descompone, proceso comúnmente conocido como mineralización. El nitrógeno es el macronutriente más demandado por los vegetales, por lo tanto, cuantificar la capacidad de la MOS para proveerlo es un desafío histórico de la investigación en fertilidad de suelos.
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