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Actualidad OCTUBRE - 2020 3291

Producir solo productos comercializables deteriora el ecosistema

Producir solo productos comercializables deteriora el ecosistema

En los últimos años, el sistema de producción de alimentos ha sido muy cuestionado por los consumidores y por la sociedad en general, lo cual ha sido expresado a través de diversas reacciones, algunas más extremistas, otras más proactivas o conciliadoras, tanto por parte de los productores como del resto de la comunidad. 

Para desarrollar sistemas agroalimentarios que satisfagan los requerimientos de la sociedad actual es necesario comprender las interacciones presentes entre los sistemas sociales y los sistemas ecológicos de producción. La noción de que las sociedades humanas y el ambiente forman un único sistema resulta clave para entender el relacionamiento y la coevolución entre ambos componentes, que han sido históricamente estudiados y analizados por separado.

La importancia de considerar a la producción agropecuaria en el marco teórico de los sistemas socioecológicos reside en la posibilidad de comprender que los ecosistemas aportan numerosos servicios al bienestar de la humanidad (no sólo alimentos) y que, a su vez, las sociedades humanas toman decisiones y realizan diversas actividades que afectan a los ecosistemas. Estas actividades no siempre son realizadas con una visión de conjunto; a menudo, perspectivas parciales o estrechas provocan una disminución en la provisión de algunos servicios y la degradación de los ecosistemas.

¿Qué producimos?

Ante esta pregunta, la sociedad en general posiblemente respondería: alimentos; es decir, maíz, soja, carne, leche, verduras, frutas, etcétera. Algunos podrían mencionar también fibras (por ejemplo, algodón) y otros, biocombustibles. Si bien estas respuestas son correctas resultan insuficientes, ya que -seamos conscientes o no- los sistemas agropecuarios producen muchas otras cosas además de aquellas que se venden o se consumen. Esta multiplicidad de beneficios que ofrecen los ecosistemas, tanto los artificiales como los naturales, se ha dado en llamar servicios ecosistémicos o contribuciones de la naturaleza a las personas.

Los sistemas agropecuarios ofrecen una multiplicidad de servicios ecosistémicos, los cuales no se limitan a los productos comercializables. Sin embargo, cuando se piensa en los agroecosistemas, muchas veces se consideran únicamente los servicios de provisión o de abastecimiento (carne, verduras, leche, agua, etcétera) soslayando los servicios de regulación y soporte que éstos brindan, probablemente porque los primeros tienen un precio, aunque los segundos tienen mucho valor.

Los servicios de regulación y soporte son clave para mantener el funcionamiento y la estructura de los ecosistemas; ellos permiten continuar con la producción de alimentos, pero también mantener a la biosfera en condiciones habitables para los seres humanos y para el resto de los seres vivos.

Algunos de estos servicios tienen impacto local y afectan directamente a la producción agropecuaria, tales como la fertilidad del suelo, su estructura, su capacidad para retener agua, la erosión, el control de malezas, plagas y enfermedades, la regulación de la temperatura del suelo, la profundidad de las napas, etcétera. Por otro lado, están aquellos servicios ecosistémicos que operan a escala regional; dependen del accionar colectivo de los productores de una región y afectan a las comunidades que se estructuran en función de su actividad.

Entre ellos figuran, por ejemplo, el control de las inundaciones, la lixiviación de nitratos a las napas o el vertido de agroquímicos o nutrientes en arroyos, lagos y lagunas. Por último, están los servicios ecosistémicos de regulación y soporte que afectan a todo el planeta, a pesar de ser brindados por agroecosistemas particulares, como la emisión de gases de efecto invernadero o la conservación de la biodiversidad como valor intrínseco.

Cuando el diseño de los agroecosistemas persigue únicamente la obtención de productos comercializables (alimentos, fibras, etc.) se produce, en muchos casos, un deterioro de los servicios de regulación y soporte y una degradación de los ecosistemas. Este deterioro impacta a escala local, reduciendo las posibilidades de producir alimentos, y a escala regional y global, disminuyendo la provisión de otros servicios.

En las últimas décadas se observa un aumento considerable en el nivel de producción de alimentos en la mayoría de las regiones del planeta, a pesar de registrarse un menoscabo en los servicios ecosistémicos de regulación y soporte. Esto es posible gracias a un importante incremento en el uso de insumos: la pérdida de materia orgánica y nutrientes es suplida por el agregado de fertilizantes o por una disminución de los enemigos naturales como consecuencia del uso de insecticidas. En otras palabras, el deterioro de procesos básicos del ecosistema reduce la provisión de servicios de regulación y soporte, los cuales son suplidos por un aumento en el uso de insumos y, consecuentemente, por un incremento de los costos asociados a la producción. Por otro lado, la pérdida de estos servicios que impactan a escala regional y global trae aparejado un sinnúmero de problemas ambientales y un aumento en las erogaciones públicas asociadas a su remediación, así como una creciente negatividad por parte de la opinión pública respecto de la forma de producir alimentos.

Si bien la mayoría de los agrónomos y productores que gestionan el territorio saben que producen en el marco de agroecosistemas, muchas veces olvidan las reglas que afectan su funcionamiento y estructura. Diversos ejemplos locales y globales revelan hasta qué punto se han desatendido estas premisas ecológicas, con resultados adversos para nuestros sistemas de producción. El ejemplo de las malezas y la selección natural o la pérdida de materia orgánica y la ley de la conservación de las masas son algunos de los más conocidos.




AUTOR:  Dr. Gervasio Piñeiro Guerra - Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas - Vinculadas a la Agricultura, Universidad de Buenos Aires.

FUENTE: Sistemas de Producción Sostenible, editado por CREA 2020. Extracto del capítulo 2 Titulado Manejo de agroecosistemas multifuncionales

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