Marrone Bio llega a la Argentina de la mano de Bioceres y Rizobacter
“América Latina era y es nuestro principal objetivo para el crecimiento internacional”. Así describe Rubén Ramos, la visión que Marrone Bio tiene de esta región. Como director de desarrollo de negocios para la región de esta firma californiana especializada en bioinsumos agrícolas, dice que las metas que tenía su equipo latinoamericano eran importantes para la compañía: si bien por ahora genera solo el 7% de los ingresos de la empresa, “Latinoamérica ha sido el foco de crecimiento internacional para nuestros productos”, dice Ramos, de origen venezolano, pero con base en Orlando, Florida.
Los objetivos para América Latina por ahora se mantienen, pese a que su compañía Marrone Bio llegó a un acuerdo para ser adquirida por Bioceres por un monto cercano a US$ 236 millones, a través de un canje de acciones. “Lo que se firmó es una intención de fusión entre las dos compañías, pero hasta que el negocio no se cierre, seguimos operando como estábamos y seguimos atendiendo a nuestros clientes”, dice Ramos.
Su visión optimista sobre el desarrollo de los bioinsumos en América Latina y en Argentina en particular, se basa en la comparación directa con Europa, el otro mercado cercano para Marrone Bio y en donde opera a través de una alianza con Corteva. “Europa es un mercado importante, pero ya maduro y con mucha competencia”, dice Ramos. “Latinoamérica, en cambio, está virgen; es un mercado en crecimiento y un mercado que está cambiando porque el consumidor final está siendo cada vez más exigente”.
Para Marrone Bio es relevante buscar fuentes de crecimiento. La firma registró ingresos a nivel global de US$ 44,3 millones en 2021, un alza de 15,5% en relación a 2020. No obstante, y pese a que lleva nueve años en bolsa, la compañía aún no logra ver utilidades. El año cerrado lo terminó con pérdidas de US$16,6 millones, levemente por debajo de las pérdidas de US$ 20,2 millones del año previo.
Demasiado lentos los procesos de registros:
El progreso en América Latina ha resultado más lento de lo que se esperaba inicialmente. Según Ramos, esto se debe al tipo de tecnología con el que están hechos sus productos y que generan tensión con las regulaciones de varios países latinoamericanos. Fundada en 2006 por la investigadora estadounidense Pamela Marrone, la firma se hizo conocida en el mercado al formular biopesticidas en base a la extracción de metabolitos, sustancias o proteínas de distintos organismos. Los biofungicidas de marca Regalía o Stargus, los bioinsecticidas Grandevo y Venerate, así como el nematicida Majestene, son algunos de los productos que han obtenido por esta tecnología de formulación, y que son principalmente utilizados en cultivos intensivos como huertos de frutales y viñedos.
“Cuando hacemos el proceso de extraer los compuestos o los exudados que producen los microorganismos, estos mueren”, dice Ramos. “Pero para gran parte de los países de la región, los productos biológicos implican organismos vivos, lo que conlleva una negociación y una defensa que puede tardar mucho tiempo”.
En Chile no fue así, señala Ramos, donde una nueva legislación en el ámbito de los biológicos permitió el registro y la importación de Grandevo, producto que desde 2020 es distribuido localmente por Anasac. “Pero como estamos trabajando con la química del microorganismo, otros países nos categorizan como agroquímico o como una sustancia bioquímica, lo que complica el tema de registro”, dice Ramos. “Y eso nos impidió avanzar a la velocidad que habíamos esperado”.
Pese a ello, el negocio de la firma en la región recibió un impulso en septiembre de 2019, cuando Marrone Bio adquirió por US$ 31,8 millones la finlandesa Pro Farm Technologies, una firma con un catálogo de nutrientes y bioestimulantes, así como productos para el tratamiento de semillas y foliar. La compañía finlandesa es heredera de ciertas tecnologías desarrolladas en un plan conjunto de la agencia aeroespacial de Rusia y la Nasa para posibilitar cultivos en gravedad cero, pero que no llegó a buen puerto. Tenía, además, una presencia relevante en América Latina especialmente a través de sus productos para cultivos extensivos, como soya y maíz, con presencia en Brasil, Argentina y Paraguay, lo que se sumaron al portafolio de Marrone Bio.
De hecho, el principal cliente de Pro Farm en América Latina es Rizobacter, la empresa argentina que fue adquirida por Bioceres en 2015, la cual utiliza sus tratamientos de semillas. “Tenemos un trabajo conjunto con Rizobacter y si se concreta la fusión estaremos aún más cercanos”.
No obstante, la integración entre Bioceres y Marrone Bio conforma un catálogo cuyas piezas se complementan y se sobreponen. Por una parte, los productos del área original de Marrone Bio consisten principalmente en soluciones de biocontrol para cultivos intensivos, con foco en países como Chile, Perú, Colombia y México. Se trata de mercados y sectores en que Bioceres no tiene mayor presencia. No obstante, la línea de nutrientes y bioestimulantes de Pro Farma para cultivos extensivos, sí se topan con la vocación de Bioceres-Rizobacter. “La similitudes entre ambas carteras genera algo de inquietud sobre lo que podría pasar luego de la fusión de ambas compañías, aunque nosotros pensamos que somos complementarios, porque son productos distintos, con diferentes approach”. Como ejemplo, señala, que Bioceres-Rizobacter están en la inoculación de cultivos, de adyuvantes y han venido desarrollando una línea de biofungicidas, pero con organismos vivos. “Tienen una presencia importante en Argentina y la han expandido hacia Brasil y el Cono Sur, están ganando bastante posicionamiento e incluso se han están proyectando este crecimiento en otras áreas de Latinoamérica y de Norteamérica y Europa”, dice Ramos.
FUENTE: Red agrícola
https://biologicalslatam.com/issue-04/la-huella-de-marrone-bio-en-america-latina/
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