Intensificación ecológica para restauración de suelos y ecosistemas productivos
Frente a las amenazas ambientales, sociales e incluso sanitarias que plantea el siglo XXI es imperativo que la agricultura haga su mejor esfuerzo para conciliar los diversos objetivos de la humanidad, plasmados en la lista de Objetivos del Desarrollo Sostenible por la Organización de las Naciones Unidas, con el fin de lograr un equilibrio entre la producción y la disponibilidad de alimentos, el mantenimiento de los recursos, la biodiversidad y las formas de vida rurales.
Con este propósito, el modelo de intensificación agropecuaria necesario para alimentar a 9000 millones de personas en un futuro no muy lejano debería observar las siguientes premisas:
• Tener lugar en paisajes multifuncionales capaces de proporcionar una variedad de servicios ecosistémicos, los cuales son necesarios para todas las formas de vida en la tierra y para un desarrollo humano sostenible.
• Reducir el impacto ambiental de la producción de alimentos, particularmente en términos de la disrupción de los ciclos biogeoquímicos que contribuyen al calentamiento global y su dependencia respecto de recursos no renovables.
• Disminuir su contribución central a la pérdida de diversidad genética, que tiene lugar a través de la expansión de la frontera agrícola, la contaminación del aire, el suelo y el agua y la introducción de especies invasoras.
• Contribuir a la restauración de suelos y ecosistemas productivos para asegurar la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus necesidades.
• Adaptarse al cambio global y construir resiliencia socioecológica para favorecer la sostenibilidad de los agroecosistemas.
• Contribuir a la seguridad alimentaria global. Garantizar el acceso a los alimentos, promover la estabilidad de su disponibilidad en el tiempo y mejorar su calidad nutricional, su inocuidad, bioseguridad y diversidad.
La intensificación ecológica de la agricultura se propone como un medio para alcanzar estas premisas. Esto implica combinar las diversas fuentes de conocimiento y las tecnologías disponibles de manera tal que los agricultores puedan hacer un uso intensivo e inteligente de las funcionalidades naturales que ofrecen los ecosistemas para producir alimentos y servicios ecosistémicos de manera sostenible, aportar a la seguridad alimentaria y la nutrición, restaurar la productividad de las tierras degradadas, y contribuir a la adaptación y la mitigación del cambio climático.
En las últimas dos décadas, los paisajes agropecuarios argentinos, en especial, los de la llanura chaco-pampeano-mesopotámica, han sufrido un deterioro acelerado en su estructura ecológica, en su base de recursos naturales y en su capacidad para proveer servicios ecosistémicos. No es necesario ahondar aquí en los problemas ambientales asociados a los modelos de producción dominantes en la región (malezas resistentes, inundaciones, erosión de suelos y “ríos nuevos”, desmonte descontrolado, pérdida de biodiversidad, contaminación puntual y difusa con agroquímicos (1) y fármacos, desaparición de los planteos mixtos, etcétera), sin embargo, este proceso ha generado un despoblamiento del territorio rural, una pérdida en el número de productores agropecuarios activos, una falta de incentivos económicos para la producción y un incremento en la edad promedio de los productores cercana a los 60 años, lo que indica un creciente desinterés en el sector por parte de los jóvenes.
La necesidad de un cambio de paradigma productivo es cada vez más evidente.
(1) En general prefiero evitar el uso del término “agroquímico”, por cuanto incluye moléculas diseñadas como biocidas y otras moléculas que se utilizan para la nutrición de los cultivos, lo que genera un mensaje confuso.
Por Pablo Tittonell
Grupo Interdisciplinario de Investigación y Extensión en Agroecología, Ambiente y Sistemas de Producción del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias de Bariloche, INTA-Conicet.
FUENTE: CREA Manual sobre Sistemas Productivos sostenibles
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